sábado, 11 de diciembre de 2010

LOS EXTRATERRESTRES CAUSAN EL CALENTAMIENTO GLOBAL

MICHAEL CRICHTON.
Conferencia ofrecida el 17 de enero de 2003 en el Caltech Michelin Lecture.
Traducida por Eduardo Ferreyra y corregida por Daniel Rodríguez Herrera.

Mi asunto de hoy suena humorístico, pero desgraciadamente hablo en serio. Voy a argumentar que los extraterrestres están detrás del calentamiento global. O, para hablar con mayor precisión, argumentaré que la creencia en los extraterrestres ha pavimentado el camino, en pasos progresivos, a la creencia en el calentamiento global.




Mi tarea de hoy será hacer un diagrama de esta progresión de la creencia.

Déjenme decirles que no tengo deseo alguno de hacer que nadie deje de creer, ya sea en los extraterrestres o en el calentamiento global. Eso es casi imposible de conseguir.
En su lugar, quiero discutir la historia de muchas creencias ampliamente publicitadas y hacer notar lo que yo considero como una crisis emergente en todo el campo de la ciencia - precisamente la incrementada e incómoda relación entre ciencia pura y políticas públicas.

Tengo un interés especial en esto a causa de la forma en que crecí. Nací en medio de la Segunda Guerra Mundial, y pasé mis años de formación en el punto más álgido de la Guerra Fría. En los simulacros del colegio, me agazapaba obedientemente debajo de mi escritorio esperando un ataque nuclear.

Era un tiempo de extendido temor e incertidumbre, pero aún como niño, yo creía que la ciencia representaba la mejor y más grande esperanza para la humanidad.
Hasta para un niño, el contraste era claro entre el mundo de la política - un mundo de odio y peligro, de creencias irracionales y temores, de manipulaciones en masa y desgraciados borrones en la historia humana.
En contraste, la ciencia tenía valores diferentes - con una visión internacional, forjando amistades y creando relaciones a través de fronteras internacionales y sistemas políticos, alentando un desapasionado hábito de pensamiento, y en última instancia, conduciendo a nuevo conocimiento y tecnologías que beneficiarían a toda la humanidad.

El mundo podría no ser un lugar muy bueno, pero la ciencia lo haría mejor. Y lo hizo. Durante mi vida, la ciencia ha cumplido largamente con su promesa. La ciencia ha sido la gran aventura intelectual de nuestra era, y una gran esperanza para nuestro problemático e inquieto mundo.

Pero yo no esperaba que la ciencia simplemente extendiese nuestra expectativa de vida, alimentase a los hambrientos, curase las enfermedades y encogiese al mundo con jets y teléfonos celulares. También esperaba que la ciencia hiciera desaparecer la maldad del pensamiento humano - prejuicios y superstición, creencias irracionales y falsos temores. Esperaba que la ciencia sería, como en la memorable frase de Carl Sagan, "una vela en un mundo obsesionado por demonios".
Y en esto no estoy muy contento con el impacto de la ciencia. Más que servir como una fuerza limpiadora, en algunas ocasiones la ciencia ha sido seducida por las más antiguas tentaciones de la política y la publicidad. Algunos de los demonios que pueblan nuestro mundo en los años recientes, han sido inventados por los científicos. El mundo no se ha beneficiado al permitir que estos demonios hayan sido liberados.
Pero veamos cómo esto llegó a suceder
Proyecte sus recuerdos hacia atrás a 1960. John Kennedy es presidente, los aviones a reacción comerciales comienzan a aparecer, las computadoras más grandes de las universidades tenían 12K de memoria y en Green Bank, West Virgina, en el nuevo Observatorio Nacional de Radio Astronomía, un joven astrofísico llamado Frank Drake lleva adelante un proyecto de dos semanas conocido como Ozma, para buscar señales extraterrestres. Con gran excitación, se recibe una señal. Resulta ser falsa, pero la excitación se mantiene. En 1960, Drake organiza la primera conferencia SET, y presenta su ahora famosa ecuación Drake:

N=n*fp ne fl fi fc fL

En donde n es el número de estrellas en la Vía Láctea; fp es la fracción de las mismas con planetas; ne es el número de planetas por estrella capaz de mantener vida; fl es la fracción de planetas donde la vida se desarrolla, fi es la fracción de los mismos donde evoluciona vida inteligente; fc es la fracción de las especies inteligentes que se comunica; y fL es la fracción de la vida del planeta durante la que vive la civilización que en él vive se comunica.
Esta ecuación que parece muy seria permitió al SETI afianzarse como una legítima inquietud científica. El problema, por supuesto, es que ninguno de los términos de la ecuación puede ser conocido, y la mayoría ni siquiera pueden ser estimados. La única manera de hacer funcionar a la ecuación es llenarla con suposiciones y las suposiciones - sólo para dejarlo en claro - son meramente expresiones de prejuicios. Tampoco puede haber "suposiciones informadas". Si usted necesita declarar cuántos planetas con vida eligen comunicarse, simplemente no hay manera de hacer una suposición informada. Es simple prejuicio.
Como resultado, la ecuación de Drake puede tener cualquier valor, desde "millones de trillones" hasta cero. Una expresión que puede significar cualquier cosa, no significa nada. Hablando con precisión, la ecuación de Drake literalmente no tiene sentido, y no tiene nada que ver con la ciencia. Yo mantengo la visión dura de que la ciencia involucra la creación de hipótesis demostrables. La ecuación de Drake no puede ser ensayada ni probada, por lo tanto SETI no es ciencia. SETI es, sin duda alguna, una religión. La Fe es definida como la firme creencia en algo para lo cual no hay pruebas. La creencia de que el Corán es la palabra de Dios es un asunto de Fe. La creencia de que Dios hizo al universo en seis días laborables es materia de Fe. La creencia de que hay otras formas de vida en el universo es materia de Fe. No hay ni la más mínima traza de evidencia de alguna otra forma de vida y, en 40 años de investigación, no se ha descubierto nada. No hay absolutamente ninguna razón ni evidencia para mantener esta creencia. SETI es una religión.
Una manera de hacerse una idea del enfriamiento del entusiasmo inicial es revisar los trabajos populares sobre el tema. En 1964, en la cúspide del delirio del SETI, Walter Sullivan, del New York Times, escribió un excitante libro acerca de la vida en el universo titulado NO ESTAMOS SOLOS. En 1995, cuando Paul Davis escribió un libro sobre el mismo tema, lo tituló ¿ESTAMOS SOLOS? (Desde 1981 ha habido, de hecho, cuatro libros con el título "ESTAMOS SOLOS"). Más recientemente, hemos visto el ascenso de la llamada teoría de la "Tierra Rara" que sugiere que, en verdad, podríamos estar solos. Una vez más, no hay evidencia de ninguna de las dos cosas.
En los años 60, SETI tuvo sus críticos, aunque no entre los astrofísicos y los astrónomos. Los biólogos y los paleontólogos fueron los más duros. George Gaylord Simpson de Harvard, se mofó que SETI era "un estudio sin objeto que estudiar", y así permanece hasta nuestros días.
Pero los científicos en general han sido indulgentes con SETI, viéndolo con una tolerancia estupefacta, o con indiferencia. Después de todo, ¿cuál es el problema?
Es algo divertido. Si la gente lo quiere mirar, allá ella. Solo un cascarrabias podría hablar mal de SETI. No valía la pena.
Por supuesto, es verdad que las teorías indemostrables pueden tener un valor heurístico. Por supuesto que los extraterrestres son una buena manera de enseñarles ciencia a los niños. Pero eso no nos libera de la obligación de ver a la ecuación de Drake como lo que realmente es: especulación pura en vestiduras cuasi-científicas.

El hecho de que la ecuación de Drake no fuera recibida con gritos de ultraje - similares a los gritos que recibe cada nueva afirmación de los Creacionistas, por ejemplo - significa que ahora hay una rendija en la puerta, un aflojamiento en la definición de lo que constituyen los legítimos procedimientos científicos. Y muy pronto, la basura perniciosa comenzó a colarse a través de la rendija.

Saltemos ahora a la década de los 70, y el Invierno Nuclear.

En 1975, la Academia Nacional de Ciencias informó sobre "Los Efectos a Largo Plazo de Múltiples Detonaciones de Armas Nucleares", pero el estudio estimaba que el efecto del polvo de las explosiones atómicas sería relativamente pequeño.
En 1978, la Oficina de Evaluación Tecnológica, emitió un informe sobre "Los Efectos de la Guerra Nuclear" y declaró que la guerra nuclear podría quizás tener consecuencias adversas irreversibles en el ambiente. Sin embargo, a causa de que los procesos científicos involucrados eran muy pobremente comprendidos, el informe declaraba que no era posible estimar la probable magnitud de tales daños.
Tres años más tarde, la Academia Nacional de Ciencias de Suecia comisionó un informe titulado "La Atmósfera Después de una Guerra Nuclear: Oscuridad a Mediodía", que intentaba cuantificar el efecto del humo de los bosques y ciudades ardiendo. Los autores especularon que habría tanto humo que una enorme nube sobre el hemisferio norte reduciría la luz del Sol por debajo de los niveles requeridos por la fotosíntesis, y que esto duraría durante semanas, o quizás más.
Al año siguiente, cinco científicos, incluyendo a Richard Turco y Carl Sagan, publicaron un estudio en Science llamado "El Invierno Nuclear: Consecuencias Globales de Múltiples Explosiones Atómicas". Fue el llamado informe TTAPS, que intentó cuantificar más rigurosamente los efectos atmosféricos, con la añadida credibilidad que ganaría por un modelo computerizado del clima.
En el corazón del trabajo del TTAPS estaba otra ecuación, jamás expresada específicamente, pero que podía ser parafraseada como sigue:

Ds = Wn Ws Wh Tf Tb Pt Pr Pe… etc

(La cantidad de polvo troposférico = número de cabezas nucleares x tamaño de las cabezas x altura de la detonación x inflamabilidad de los blancos x duración del incendio del blanco x partículas ingresadas a la atmósfera x reflectividad de las partículas x duración de las partículas... y así hasta el infinito.)

La similitud con la ecuación de Drake es impactante.
Lo mismo que con la ecuación de Drake, ninguna de las variables puede ser determinada. Ni una sola de ellas. El estudio TTAPS enfrentó en parte este problema mapeando diferentes escenarios de guerra y asignando números a algunas de las variables pero, aún así, las variables restantes eran - y siguen siendo - simplemente desconocidas.
Nadie sabe cuánto humo se generaría cuando las ciudades se quemaran, creando partículas de qué clase y durante cuánto tiempo. Nadie sabe durante cuánto tiempo las partículas permanecerían en la tropósfera. Y así con todo lo demás.
Y recuerde, esto sucedía sólo cuatro años después de que el estudio de la OET concluyese con que los procesos científicos subyacentes eran tan poco comprendidos que no se podría hacer ninguna estimación confiable. A pesar de ello, el estudio TTAPS no sólo hizo esas estimaciones, sino que llegó a la conclusión de que serían catastróficas.
De acuerdo a Sagan y sus colegas, aún un limitado intercambio nuclear de 5.000 megatones haría que la temperatura global disminuyese 35º C, y que este cambio duraría durante tres meses. Las erupciones volcánicas más grandes que conocemos cambiaron las temperaturas del mundo entre 0,5 y 2º C. Las edades de hielo cambiaron las temperaturas globales en 10º C. Y aquí tenemos un cambio estimado tres veces más grande que una edad de hielo. Uno esperaría que esto estuviera sujeto a alguna clase de disputa.
Pero Sagan y sus colegas estaban preparados, porque el invierno nuclear fue desde el principio el objeto de una muy bien orquestada campaña mediática. El primer anuncio apareció en un artículo de Sagan en el suplemento dominical de Parade. Al día siguiente, se realizó en Washington una conferencia altamente publicitada y de elevado perfil, sobre las consecuencias a largo plazo de una guerra nuclear, presidida por Carl Sagan y Paul Ehrlich, los científicos más famosos y experimentados en medios de difusión de su generación.
Sagan apareció 40 veces en el Show de Johnny Carson. Ehrlich apareció 25 veces. Después de la conferencia se realizaron varias conferencias de prensa, encuentros con congresistas, y mucho más. El estudio formal en Science se publicó meses después.

Esta no es la manera en que se hace ciencia, esta es la manera en que se vende un producto.
La naturaleza real de la conferencia está indicada por la descripción de estos artistas de los efectos del inverno nuclear.
No puedo menos que citar el epígrafe de la Figura 5: "Se muestra aquí una tranquila escena en los bosques del norte. Un castor acaba de terminar su dique, dos osos buscan su comida, una mariposa cola de golondrina aletea en el frente, una garza nada tranquilamente, y un martín pescador busca un sabroso pez." Ciencia pura, si alguna vez la hubo.

En la conferencia de Washington, durante el período de preguntas, se le recordó a Ehrlich que después de Nagasaki e Hiroshima, los científicos dijeron que nada volvería a crecer allí por 75 años pero, de hecho, los melones estaban creciendo al año siguiente. Entonces, se le preguntó, ¿cuán acertadas eran sus predicciones ahora?

Ehrlich respondió asegurando que pensaba que eran " extremadamente robustas. Los científicos pueden haber hecho tales predicciones entonces, aunque no puedo imaginar cuáles eran las bases para hacerlas, aún con el estado de la ciencia entonces, pero los científicos están siempre haciendo declaraciones absurdas, individualmente, en diversos lugares. Lo que estamos haciendo aquí, sin embargo, es presentar un consenso de una gran cantidad de científicos..."

El Mito del Consenso
Quiero hacer una pausa aquí, y hablar de esta noción del "consenso", y del surgimiento de lo que ha sido llamado "ciencia de consenso". La considero como un desarrollo extremadamente pernicioso que tendría que ser detenido de inmediato.
Históricamente, el reclamo de consenso ha sido el primer refugio de los granujas; es una manera de evitar el debate aduciendo que el asunto ya ha sido establecido. Cada vez que usted escuche que los científicos están de acuerdo en alguna cosa u otra, ponga a resguardo su monedero porque está siendo atracado.
Dejemos algo bien claro: el trabajo en la ciencia no tiene nada que ver con el consenso.
El consenso es asunto de políticos.
La ciencia, por el contrario, requiere de sólo un investigador que esté acertado, lo que significa que él o ella tienen resultados que son verificables por referencias al mundo real. En ciencia, el consenso es irrelevante. Lo que es relevante son los resultados reproducibles. Los grandes científicos de la historia son grandes precisamente porque rompieron el consenso.

No existe el consenso en la ciencia. Si es consenso, no es ciencia. Si es ciencia, no es consenso. Punto.

Además, permítanme recordarles que un examen histórico del consenso no es algo de lo que debamos sentirnos orgullosos. Recordemos algunos casos.

En los siglos pasados, el mayor asesino de mujeres era la fiebre puerperal, la que sobreviene después del parto. Una de cada seis mujeres moría a causa de ella. En 1795, Alexander Gordon, de Aberdeen, sugirió que las fiebres eran procesos infecciosos, y que él podía curarlas. El consenso dijo no. En 1843, Oliver Wendell Holmes afirmó que la fiebre puerperal era contagiosa, y presentó pruebas convincentes.
El consenso dijo no.
En 1849, Semmelweiss demostró que las técnicas sanitarias habían eliminado virtualmente a la fiebre puerperal en los hospitales bajo su gerencia. El consenso dijo que era un judío, lo ignoró, y lo echaron de su puesto. En verdad, no hubo un acuerdo general sobre la fiebre puerperal hasta comienzos del siglo XX. Así, el consenso tardó ciento veinticinco años para llegar a la conclusión correcta a pesar de los esfuerzos de prominentes "escépticos" de todas partes del mundo, escépticos que fueron despreciados e ignorados. Y esto, a pesar de la constante y permanente muerte de miles de mujeres.

No hay escasez de otros ejemplos. En los años 20, en los Estados Unidos, decenas de miles de personas, en su mayoría pobres, estaban muriendo de una enfermedad llamada pelagra.
El consenso científico decía que era infecciosa, y que lo que había que hacer era hallar al "germen de la pelagra".
El gobierno de los EEUU encomendó a un brillante investigador joven, el Dr. Joseph Goldberger, que hallara la causa. Golberger llegó a la conclusión de que el factor crucial era la dieta. El consenso científico permaneció casado con la teoría del germen. Goldberger demostró que podía inducir la enfermedad a través de la dieta.
Demostró que la enfermedad no era infecciosa inyectándose él mismo y su asistente la sangre de un paciente con pelagra. Tanto ellos como otros voluntarios refregaron sus narices con gasas de los pacientes con pelagra, e ingirieron cápsulas que contenían costras de las heridas de quienes eran llamados "la pandilla inmunda de Goldberger". Nadie contrajo pelagra.
El consenso siguió en desacuerdo con él. Había, además, un factor social: a los estados del Sur les desagradaba la idea de que la mala dieta era la causa, porque significaba que se requería de una reforma social. Continuaron negando la realidad hasta los años 30. A pesar de ser una epidemia del siglo XX, al consenso le llevó años ver la luz.

Probablemente cualquier alumno de primaria se da cuenta de que los contornos de las costas de América del Sur y África parecen ajustarse muy bien, y Alfred Wegener propuso en 1912 que los continentes, en efecto, se habían apartado. El consenso se mofó de la deriva continental durante 50 años. La teoría fue muy vigorosamente negada por los grandes nombres de la geología hasta 1961, cuando empezó a parecer que los suelos marinos se estaban extendiendo. Resultado: le llevó al consenso más de 50 años reconocer lo que cualquier niño de segundo grado estaba viendo.
¿Debemos seguir? Los ejemplos pueden multiplicarse sin fin. Jeener y la viruela, Pasteur y la teoría de los gérmenes. Sacarina, margarina, la memoria reprimida, la fibra y el cáncer de colon, la terapia de reemplazo de hormonas,… la lista de los errores del consenso sigue y sigue.
Finalmente, quiero pedirles que se den cuenta de cuando se invoca al consenso, porque el consenso es invocado únicamente en situaciones donde la ciencia no es lo suficientemente sólida. Nadie dice que consenso es que los científicos estén de acuerdo con que E=mc2. Nadie dice que consenso es que el Sol esté a 93 millones de millas. A nadie se le ocurriría hablar así.

Pero volvamos a nuestro tema principal
Lo que he estado sugiriendo es que el invierno nuclear era una fórmula sin sentido, construida con mala ciencia, con fines políticos. Era política desde el principio, promovida por una muy orquestada campaña en los medios que tuvo que planearse con semanas y meses de antelación.

Más evidencia de la naturaleza política del asunto se encuentra en la respuesta a las críticas. Aunque Richard Feynman era característicamente rudo y contundente, diciendo "realmente no creo que estos tipos sepan algo de lo que están hablando", otros prominentes científicos fueron notablemente más reticentes. Freeman Dyson fue citado diciendo que "es una pieza de ciencia absolutamente atroz, pero... ¿quién quiere ser acusado de estar a favor de la guerra nuclear?"
Y Victor Weisskopf dijo: "La ciencia es horrible, pero quizás la psicología sea buena."
El equipo del invierno nuclear siguió la publicación de tales comentarios con cartas a los editores negando que esas declaraciones hubiesen sido hechas, aunque los científicos han confirmado subsecuentemente sus puntos de vista.
En ese momento, existía un concertado deseo de parte de mucha gente de evitar una guerra nuclear. Si el invierno nuclear se veía horrible, ¿por qué investigarlo tan estrechamente? ¿Quién querría dieentir? Sólo gente como Edward Teller, el "padre de la Bomba-H".
Teller dijo: "Mientras que está generalmente reconocido que los detalles siguen siendo inciertos y merecen mucho más estudio, el Dr. Sagan ha tomado de todos modos la posición de que todo el escenario es tan robusto que puede haber muy pocas dudas sobre sus conclusiones principales". Y, sin embargo, para la mayoría de la gente, el hecho de que el escenario del invierno nuclear estuviese sembrado de dudas no parecía ser relevante.
Yo digo que es inmensamente relevante. Una vez que se abandona la estricta adherencia a lo que la ciencia nos dice, una vez que se comienza a arreglar la verdad en conferencias de prensa, entonces cualquier cosa es posible. En un contexto, quizás se consiga alguna movilización contra la guerra nuclear. Pero en otro contexto, se obtiene lyssenkismo. En otro, se consigue la eutanasia nazi. El peligro está siempre allí, si se subvierte la ciencia con fines políticos.
Por eso es que es tan importante para el futuro de la ciencia que la línea entre lo que la ciencia puede decir con certeza y lo que no puede, sea definida con toda claridad y defendida.
¿Qué pasó con el Invierno Nuclear? A medida que el fulgor de los medios se desvanecía, su robusto escenario parecía cada vez menos persuasivo; John Maddox, el editor de Nature, criticó sus afirmaciones repetidamente; en el plazo de un año, Stephen Schneider, una de las figuras que lideraban el modelado climático, comenzó a hablar de un "otoño nuclear". Ya no sonaba igual.

El bochorno final vino en 1991, cuando Carl Sagan predijo en Nightline que los fuegos de los pozos petrolíferos de Kuwait producirían un efecto de invierno nuclear, causando "un año sin verano", poniendo en peligro las cosechas de todo el mundo. Sagan enfatizó que el resultado era tan probable que "debería afectar los planes de guerra". Nada de eso sucedió.

¿Cuáles fueron, entonces, las lecciones del Invierno Nuclear?
Yo creo que la lección fue que, con un nombre atractivo, una fuerte posición política, y una agresiva campaña en los medios, nadie se atreverá a criticar a la ciencia, y en breve, una hipótesis de debilidad terminal será establecida como un hecho. Después de eso, cualquier crítica es desechada. La guerra acaba sin haber disparado un tiro. Esa fue la lección, y poco tiempo después tuvimos una aplicación de libro de texto, con el asunto del fumador pasivo.

En 1993 la EPA anunció que el consumo pasivo de tabaco era "responsable de aproximadamente 300.000 cánceres anuales en adultos no fumadores", y que "perjudica la salud respiratoria de cientos de miles de personas". En un panfleto de 1994, la EPA dijo que los once estudios en los que había basado su decisión no eran en sí mismos concluyentes, y que colectivamente entre ellos le habían asignado al consumo pasivo de tabaco un factor de riesgo de 1,19 (como referencia, un factor de riesgo inferior a 3.0 es demasiado pequeño para que la EPA tome alguna acción, o para ser publicado en el New England Journal of Medicine, por ejemplo). Más todavía, dado que no había ninguna asociación estadística en los límites del 95% de confianza, la EPA redujo los límites al 90%. Entonces, gracias a esta maniobra burocrática, clasificaron al consumo pasivo de tabaco como un cancerígeno Grupo A.

Esto era abiertamente un fraude científico, pero formó las bases para las prohibiciones de fumar en restaurantes, oficinas y aeropuertos. California prohibió fumar en público en 1995. Muy pronto, ningún reclamo fue demasiado extremo. Para 1998, el Christian Science Monitor estaba diciendo que "el consumo pasivo de tabaco es la tercera causa de muerte prevenible en la nación". La American Cancer Society anunció que 53.000 fumadores pasivos morían cada año por ello. La evidencia para estas afirmaciones es inexistente.

En 1998, un juez federal sostuvo que la EPA había actuado de manera impropia, que había "llegado a una conclusión antes de que la investigación hubiese comenzado" y que había "desechado información y realizado descubrimientos sobre información selectiva".
La reacción de Carol Browner, jefa de la EPA, fue: "Apoyamos nuestra ciencia... existe un amplio acuerdo.
El pueblo Americano ciertamente reconoce que la exposición al humo de segunda mano trae... un completa serie de problemas de salud". Nuevamente, nótese la manera en que el reclamo del consenso trampea a la ciencia. En este caso, ¡ni siquiera es un consenso de científicos el que invoca Browner! Es el consenso del pueblo de Estados Unidos.
Mientras tanto, estudios cada vez más grandes fracasaban en confirmar cualquier asociación. Un gran estudio de la Organización Mundial de la Salud, hecho en siete países en 1998, no encontró asociación ninguna. Como tampoco lo han hecho subsecuentes estudios bien controlados, según mi conocimiento. Y sin embargo leemos ahora, por ejemplo, que la inhalación pasiva de humo de tabaco causa cáncer de mama. Llegado a este punto, usted puede decir lo que se le ocurra sobre el fumador pasivo.
Como con el invierno nuclear, la mala ciencia es usada para promover lo que la mayor parte de la gente consideraría buena política. Ciertamente yo pienso que lo es. No quiero gente fumando a mi alrededor. De manera que, ¿quién hablará en contra de la prohibición del cigarrillo? Nadie. Y si lo hace, será catalogado como un fan de RJ Reynolds. Un sirviente de las grandes tabaqueras. Pero la verdad es que ahora tenemos una política social apoyada sobre la más grosera de las supersticiones. Y le hemos dado a la EPA una mala lección sobre cómo portarse mal en el futuro. Le hemos dicho que hacer trampa es la manera de tener éxito.
A medida de que el siglo XX llegaba a su fin, la conexión entre hechos científicos y políticas públicas se tornó cada vez más elástica. En parte, esto fue posible por la complacencia de la profesión científica; en parte a causa de la falta de buena educación científica del público; en parte por el surgimiento de grupos de reivindicación especializados que han tenido enorme éxito en obtener publicidad y dar forma a las políticas; y en gran parte por el declive de los medios como agente independiente de evaluación de los hechos.
El deterioro de los medios americanos es una terrible pérdida para nuestro país. Cuando instituciones distinguidas como el New York Times ya no pueden diferenciar entre contexto fáctico y opinión editorial, sino que los mezclan libremente en su primera plana, ¿quién seguirá normas más elevadas?
Y así, en este elástico mundo de todo-vale, donde la ciencia -o la no-ciencia- es la sirvienta de cuestionables políticas públicas, llegamos finalmente al calentamiento global. No es mi propósito aquí reflotar los detalles de éste, el más magnífico demonio que asola al mundo. Les recordaré solamente el ahora familiar patrón con el que se establecen estas cosas. Se da brillo a evidencias inciertas en un indecoroso apuro por lograr políticas que salten por encima de las evidencias y por obtener subsidios para apoyar las políticas, entregando las conclusiones deseadas por el patrocinador. Luego, el aislamiento de aquellos científicos que no se pliegan al programa y la caracterización de esos científicos como extraños o "escépticos" entre comillas; individuos sospechosos con motivos sospechosos, lacayos de la industria, reaccionarios, o simples chiflados anti-ecologistas. En breve, el debate se termina, aún cuando prominentes científicos están incómodos con la manera en que se están haciendo las cosas.
¿Cuándo se convirtió "escéptico" en una mala palabra en ciencia? ¿Cuándo requirió escéptico el entrecomillado a su alrededor?
Para alguien de fuera, la innovación más significativa en la controversia del calentamiento global es la clara confianza que se le da a los modelos computerizados. En la época del invierno nuclear, se invocaba a los modelos computerizados para añadirle peso a una conclusión: "estos resultados se han logrado con la ayuda de un modelo computado". Pero ahora se ven modelos de gran tamaño como generadores de datos por sí mismos. Ya no se juzga más a los modelos por la manera correcta en que reproducen la información del mundo real; cada vez más, son los modelos los que generan esos datos como si ellos mismos fuesen una realidad. Y en verdad lo son, cuando nos proyectamos hacia adelante. No pueden existir datos observados del año 2100. Sólo existen "ejecuciones de modelos".
Esta fascinación con los modelos computarizados es algo que comprendo muy bien. Richard Feynman lo llamó "una enfermedad". Me temo que está en lo cierto. Porque solamente si usted se pasa una enorme cantidad de tiempo mirando la pantalla de una computadora, puede llegar al complejo punto a donde ha llegado ahora el debate sobre el calentamiento global.
Nadie cree en una predicción del tiempo con doce horas de antelación. ¿Y se nos pide que creamos en una predicción que se interna 100 años en el futuro? ¿Y que hagamos inversiones financieras basadas en esas predicciones? ¿Es que todo el mundo se ha vuelto loco?
Volviendo atrás, tengo que decir que la arrogancia de los modeladores me quita el aliento. En todos los siglos han existido científicos que decían saberlo todo. Dado que el clima puede ser un sistema caótico -nadie está seguro- estas predicciones son inherentemente dudosas, por decirlo amablemente. Pero, centrándonos en el quid de la cuestión, aún si los modelos fuesen correctos científicamente, jamás podrán incluir la sociología. Predecir cualquier cosa a cien años vista es simplemente absurdo.
Mire: si yo estuviese vendiendo acciones de una compañía y le afirmo que será rentable en el 2100, ¿las compraría usted? ¿O pensaría que la idea es tan loca que seguramente es una estafa?
Pensemos en la gente de Nueva York en 1900, por ejemplo. Si ellos se hubieran preocupado acerca de la gente del año 2000, ¿de qué podrían haberse preocupado? Probablemente, lo que se preguntaría es de dónde conseguiríamos caballos suficientes. Y lo que haríamos con tanto guano de caballo. Si la polución equina era mala en 1900, piense en lo malo que sería cien años después, con tanta gente usando caballos.[1]
Pero por supuesto, a los pocos años, nadie más usaba caballos, excepto como deporte. Y en el 2000, Francia estaba obteniendo el 80% de su electricidad de una forma de energía que era desconocida en 1900. Alemania, Suiza, Bélgica, y Japón obtenían más del 30% de esta fuente de energía desconocida en 1900. Recuerde: la gente de 1900 ni siquiera sabía lo que era el átomo. No conocían su estructura.
Tampoco sabían lo que era una radio, o un aeropuerto, o una película de cine, o la televisión, o una computadora, o un teléfono celular, o un avión a chorro, una filmadora de video, un antobiótico, un cohete, un satélite, una CPU, IBM, MRI, ICU, DIU, IRA, ERA, EEG, EPA, DGI, UPS, POP3, HTML, JPG, internet, interferon, "replay" instantáneo, "fast forward", "rewind", sensor remoto, control remoto, discado directo internacional, terapia de genes, división de genes, ni siquiera genes, soldadura de arco y de punto, buscadores de calor, bipolar, prozac, leotardos, pañales descartables, email, grabador de cinta, CD, bolsas de aire, frenos ABS, explosivo plástico, plásticos, robots, automóviles, liposucción, transfusión de sangre, superconductores, antenas parabólicas, TV por satélite, aerobic, ultrasonido, nylon, rayon, teflon, fibra óptica, túnel carpiano, cirugía láser, laparoscopía, transplantes de córnea, de riñón, de hígado, de corazón, SIDA, ... nada de esto habría tenido el menor significado para una persona en el año 1900. No sabría de qué demonios estamos hablando.
Bien, y ahora usted me dice que puede predecir el mundo de 2100. Dígame si realmente vale la pena pensar en ello. Nuestros modelos simplemente transportan nuestro presente al futuro. Están destinados a equivocarse. Cualquiera que lo piense un poco se da cuenta de eso.
Les recuerdo que en el tiempo de vida de la mayoría de los científicos que viven hoy, ya hemos tenido ejemplos de espantosas predicciones contradichas por las nuevas tecnologías. Me refiero a la Revolución Verde. En 1960, Paul Ehrlich dijo: "La batalla para alimentar a la humanidad ha terminado. En los años 70, el mundo sufrirá hambrunas - cientos de millones de personas morirán de hambre". Diez años más tarde, predijo que cuatro mil millones de personas morirían de hambre en los años 80, incluyendo a 65 millones de norteamericanos. Las hambrunas masivas predichas jamás ocurrieron, y ahora parece que jamás ocurrirán. Como tampoco se alcanzarán los números predichos hace diez años para la explosión poblacional. En 1990, los modelos climáticos anticiparon una población mundial de 11.000 millones para el 2100. Hoy, mucha gente piensa que la cifra correcta será de 7.000 millones, y decreciendo. Pero nadie lo sabe con certeza.
Pero es imposible ignorar lo estrechamente que se ajusta la historia del calentamiento global al patrón usado para el invierno nuclear. Lo mismo que los primeros estudios del invierno nuclear declararon que las incertidumbres e ignorancias eran tan grandes que las probabilidades jamás se podrían conocer, también los primeros pronunciamientos sobre el calentamiento global argumentaron fuertes límites para lo que se podría establecer con certeza sobre el cambio de clima.
El borrador del Informe 1995 del IPCC (preparado por los científicos) decía, "Toda afirmación sobre la posible detección de un cambio significativo del clima permanecerá siendo controvertida hasta que las incertidumbres en la total variabilidad natural del sistema climático se hayan reducido". También decía: "Ningún estudio a la fecha ha establecido positivamente y atribuido todo, o parte del cambio de clima observado, a causas antropogénicas". Esas declaraciones de los científicos autores del borrador fueron quitadas del texto final y, en su lugar, los miembros políticos del IPCC introdujeron lo siguiente. "El balance de las evidencias sugiere una discernible influencia humana sobre el clima".
Sin embargo, lo que está claro en este asunto es que la ciencia y la política se han mezclado de manera inextricable, hasta el punto en que será difícil, si no imposible, separarlas otra vez. Es posible para un observador imparcial hacer serias preguntas sobre la conducción de las investigaciones en el calentamiento global, tales como si estamos dando los pasos apropiados para mejorar la calidad de nuestros registros de datos observados, si estamos obteniendo sistemáticamente la información que clarificará las incertidumbres existentes o si tenemos un buen y desinteresado mecanismo para dirigir la investigación en esta área tan discutida.
La respuesta a estas preguntas es no. No lo tenemos.
Tratando de pensar sobre la manera en que estas cuestiones pueden resolverse, se me ocurre que en la progresión desde SET al invierno nuclear, al fumador pasivo, al calentamiento global, tenemos un mensaje muy claro, y es que podemos esperar en el futuro más y más problemas de políticas públicas que manejan asuntos técnicos; problemas de seriedad creciente, en donde la gente se preocupará apasionadamente en ambos lados.
Y en este momento no tenemos un mecanismo para obtener buenas respuestas. De modo que voy a proponer uno.
Del mismo modo en que hemos establecido una tradición de investigación de "doble ciego" para determinar la eficacia de las medicinas, también tenemos que instaurar la investigación de doble ciego en otras áreas políticas. De manera muy cierta, el exagerado uso de los modelos computerizados, tales como los MCG del clima, pide a gritos la separación de aquellos que diseñan los modelos de quienes los verifican. El hecho es que la actual estructura de la ciencia es empresarial, con equipos individuales de investigación compitiendo entre ellos por los fondos de organizaciones que, demasiado a menudo, tienen un claro interés en los resultados de la investigación (o tiene la apariencia de serlo, lo que puede llegar a ser peor). Esto no es saludable para la ciencia.
Tarde o temprano, tenemos que formar un instituto de investigación independiente. Tiene que estar financiado por la industria, por el gobierno y por la filantropía privada, tanto individuos como fundaciones y trusts. El dinero tiene que ir a un fondo común, de manera que los investigadores no sabrán quién les está pagando. El instituto deberá financiar a más de un equipo para hacer investigación sobre un área en particular, y la verificación de los resultados tendrá que ser un requisito predeterminado: los equipos sabrán que sus resultados serán verificados por otros grupos.
En muchos casos, quienes decidan la manera en que los datos serán recogidos no serán quienes los recojan, y quienes los recogen no los analizarán. Si tenemos que enfrentar a los registros de temperaturas con un rigor similar, estaríamos en el buen camino de comprender exactamente cuánta fe podemos poner en el calentamiento global, y en consecuencia, con cuánta seriedad debemos enfrentar esto.
Yo creo que, a medida que nos acercamos al final de esta letanía, algunos de ustedes pueden estar diciendo: "Bien, ¿y cuál es el problema, realmente? Cometimos algunos errores. Y algunos científicos han exagerado sus casos y están avergonzados. ¿Y qué pasa con eso?"
Le diré lo que pasa.
En años recientes, mucho se dijo sobre las afirmaciones posmodernistas sobre la ciencia, al efecto que la ciencia es sólo una forma más de poder básico, engañosamente entregada como reclamos especiales de búsqueda de la verdad y objetividad que realmente no tiene su base en los hechos. Se nos dice que la ciencia no es mejor que otra actividad. Estas ideas enfurecen a muchos científicos, y me enojan a mí. Pero eventos recientes me han hecho preguntarme si son correctas. Podemos tomar como ejemplo la recepción científica dada al estadístico danés Björn Lomborg, quien recientemente escribió un libro llamado El Ecologista Escéptico.
La comunidad científica respondió de una manera que sólo podemos describir como "desgraciada". En la literatura profesional hubo quejas de que Lomborg no tenía estatura a causa de que no es un científico especializado en ciencias de la tierra. Su editor, Cambridge University Press, fue atacado con gritos de que el editor debería ser echado de su puesto, y que todos los buenos científicos deberían evitar la editorial. El ex presidente de la AAAS[2] se preguntó sobre cómo Cambridge University Press pudo "haber publicado un libro que tan claramente no podría haber pasado la revisión de pares".
Pero por supuesto que el libro pasó la revisión de tres científicos de la tierra en ambos lados del Atlántico, y todos recomendaron su publicación. Pero, ¿qué hacen los científicos atacando una imprenta? ¿Es este un nuevo macartismo proveniente de los científicos?
Lo peor de todo fue el comportamiento del Scientific American, que pareció con intenciones de probar el punto posmodernista de que todo era sobre poder y no sobre hechos. El Scientific American atacó a Lomborg usando once páginas, y sólo descubrió nueve errores fácticos, a pesar de su afirmación de que el libro "estaba repleto de errores descuidados". Fue una pobre demostración caracterizada por viciosos ataques ad-hominem, incluyendo una comparación de Lomborg con un negador del Holocausto. El asunto fue descrito como "La ciencia se defiende a si misma del Ecologista Escéptico".¿Realmente tiene que defenderse la ciencia a si misma? ¿Es esto a lo hemos llegado?
Cuando Lomborg pidió espacio para rebatir a sus críticos, se le concedió únicamente una página y media. Lomborg dijo que no era suficiente, puso los ensayos de sus críticos en su página web y los respondió detalladamente. El Scientific American amenazó con infracción al "copyright", y le obligó a quitar esas páginas de Internet.
Posteriores ataques desde entonces han demostrado con claridad qué es lo que está sucediendo. Lomborg ha sido acusado de herejía. Por eso ninguno de sus críticos tiene que sustanciar sus ataques en detalle. Por eso los hechos no tienen importancia. Por eso pueden atacarlo de la manera más viciosa en términos personales. Es un hereje.
Por supuesto, cualquier científico puede ser acusado en la forma en que lo fue Galileo. Pero jamás me imaginé que vería al Scientific American vestido con el ropaje de la Madre Iglesia.
¿Es esto en lo se ha convertido la ciencia? Espero que no. Pero es en lo que se convertirá, a menos de que haya un esfuerzo concertado por los más importantes científicos para separar agresivamente la ciencia de la política. Philip Handler, ex presidente de la Academia Nacional de Ciencias, dijo que "los científicos sirven de la mejor manera a los intereses públicos viviendo dentro de la ética de la ciencia, y no en la de los políticos. Si la comunidad científica no desenmascara a los charlatanes, el público no podrá discernir la diferencia - la ciencia y la nación sufrirán". Personalmente, no me preocupa la nación. Pero me preocupa la ciencia.
Muchas gracias

[1] Nota de Eduardo Ferreyra: En 1880, Elbert James, un "ecologista" de entonces, en un informe titulado Global 1900 -precursor del famoso Global 2000 de James Carter en 1980- profetizaba todo tipo de catástrofes debidas a la actividad perniciosa de la humanidad. Calculó que para 1900 la cantidad de guano de caballo producida por el aumento de la población equina de los EEUU - necesaria para mover tantos carruajes y transportar al aumento de población y actividad - llenaría un volumen tres veces el del Gran Cañón del Colorado!
También predecía que las inundaciones asolarían al país porque se había puesto de moda el uso de gorros de pieles de castor entre los elegantes de Nueva York, para cubrir sus calvas en los fríos inviernos del norte. Según el afilado lápiz de Elbert James, esto provocaría la desaparición del castor y sus diques de contención en los bosques. Lanzó con todo éxito una campaña "Salven al Castor", apoyada por el sempiterno antiprogresista New York Times.
Entre sus muchos desatinos - copiados uno por uno en el Global 200 de cien años después - Elbert James predecía que a consecuencia del aumento de la población humana se avecinaba una crisis de energía, y con ello la cera para velas comenzaría a escasear gravemente. Para remediar esto propuso la promulgación de "leyes ambientales" que creasen un cuerpo de inspectores que revisaran diariamente las orejas de los habitantes del país y recolectasen la cera que había en ellas para dedicarla a la fabricación de velas. Junto a esto, se burlaba públicamente de las noticias sobre los experimentos de un ignoto inventor llamado Thomas Alva Edison y su lamparilla eléctrica. "Especulaciones improbables", decía - y el New York Times publicaba y apoyaba todas las sandeces y campañas de este pequeño gran imbécil. Tal como lo hace ahora con las sandeces y campañas de otros pequeños grandes imbéciles de hoy.
[2] Nota de Eduardo Ferreyra: American Association for the Advancement of Science, una rama de la Academia Nacional de Ciencias

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