lunes, 20 de diciembre de 2010

EL ASTRONAUTA DE PALENQUE



Mucho se ha hablado de este grabado aparecido en la losa de una tumba en el Templo de las Inscripciones de Palenque.
En 1949, el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier estaba tamizando entre los escombros en el piso de la cámara central del Templo de las inscripciones.
Una de las losas de piedra que cubría el piso atrajo su atención por sus marcas curiosas en forma de vaso. 
Levantando la piedra cuidadosamente todo lo que saludó a Ruz fueron más escombros, pero un pedazo de losa captó su atención.

A continuación leamos parte de un artículo del malogrado Dr. Fernando Jiménez del Oso, enviado a AQL2002 por Lorenzo Fernández Bueno, director de la revista "ENIGMAS".

Robert Charroux en su obra “El libro de los dueños del mundo” (Robert Laffont, 1967 y Plaza & Janés, 1976) transcribe la interpretación dada por Guy Tarade y André Millou.

El piloto de una extraña nave

“El personaje que se ve en el centro de la losa y al que llamaremos el piloto, lleva un casco y mira hacia delante del aparato.
Manipula las palancas con ambas manos.
La de la derecha sujeta una manilla idéntica a un cambio de velocidades de un automóvil 2 CV Citroën.
Un soporte sostiene su cabeza; introducido en la nariz lleva un inhalador, lo que indica con claridad el principio del vuelo estratosférico.



La nave de viaje, que tiene un aspecto exacto al del cohete, parece ser una nave cósmica que utilice la energía solar.

En efecto, la parte delantera del artefacto es un papagayo, ave que representa al dios volador en el simbolismo maya. La palabra energía resultaría más apropiada que la de dios, ya que, en la descomposición de la luz a través de un prisma, encontramos la gama de colores del plumaje del papagayo.
Por lo general el color dominante en dicho plumaje es el verde, el de los dioses venusianos; ahora bien, resulta curioso observar que, al decir de ciertos testigos, las apariciones de los ‘artefactos no identificados’ matizaban el cielo de verde.

Más adelante sigue:
"En la parte anterior del cohete, justamente detrás del morro, aparecen dispuestos diez acumuladores y también son visibles otros mecanismos captores de energía.
El motor tiene cuatro compartimentos en la parte delantera; en la parte trasera, unas células y órganos en extremo complejos están unidos por tubos a una tobera que escupe fuego.
Queda establecido de manera patente el impulso en el espacio y parece que resulte de la mezcla de dos fuerzas antagónicas, una solar y la otra terrestre.
Antaño existían áreas para el lanzamiento de tales aparatos, especialmente la amplia plataforma de Monte
Albán, que es el gemelo mexicano de la terraza de Ba’albeck en el Líbano (Ba’albeck = Templo de Baal, el venusino). Estas áreas son una especie de pistas gigantes construidas con bloques inmensos, depositados mediante un poderoso procedimiento que ignoramos”.

Pakal, rey de Palenque

Como parte del ajuar funerario había dos rostros modelados en estuco.

Aunque no es posible afirmarlo con certeza, probablemente éste corresponda al del personaje enterrado, supuestamente un rey de Palenque llamado Pakal.
También se encontraron otros objetos de extraordinario valor arqueológico, como una máscara realizada con trozos de jade, concha y obsidiana, que cubría el rostro del cadáver, y collares. Todo ello, conservado en el Museo Nacional de Antropología e Historia de México D.F., fue robado, junto con numerosas piezas, en uno de los “golpes” más espectaculares sufridos por cualquier museo.

Dado el volumen y peso de los objetos robados, cuyo traslado exigió el uso de camiones, parece evidente que el delito contó con la complicidad de empleados del propio museo; así pues, el ajuar funerario del “astronauta de Palenque” incluida su propia máscara, está con casi toda seguridad en alguna colección privada de EEUU, como otros muchos restos del pasado mexicano, incluidas estelas mayas de varias toneladas de peso.

Toda una representación que encarna su misterio. Actualmente, lo primero que se nos ocurre al ver la representación, es efectivamente, la de un astronauta. Pero hay que tener en cuenta que en una época no muy lejana, era imposible hacer este tipo de conjeturas, puesto que no había aviones ni nada similar que nos hiciera pensar que el hombre podía volar.
Por lo tanto, hemos de pensar que en algún momento de nuestra pasada historia, alguién que "volaba" en una extraña nave, fue enterrado en Palenque.
¿Conoceremos algún día la verdad?

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