miércoles, 24 de noviembre de 2010

LA LANZA SAGRADA



Según un texto apócrifo, el soldado que atravesó con su lanza el costado de Jesús, se llamaba Longinos. Existe una leyenda sobre esta lanza.

Primero veamos la cita del Evangelio de San Juan, en el que nos describe como el cuerpo de Jesús en la cruz, fué atravesado con la lanza de un soldado, para asegurarse de que estaba muerto.

Evangelio de San Juan:
19,33 Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas,
19,34 sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.
19,35 El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis.
19,36 Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: No se le quebrará hueso alguno.
19,37 Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
19,38 Después
de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo.
En 19.37 Juan dice: "Y también en otra escritura dice: mirarán al que traspasaron".
Si está seguro de lo que dice por ser testigo presencial, no se porque tiene que hacer referencias a otros para asegurar su aseveración.

Otras tradiciones orales y escritas, que comenzaron con los primeros cristianos y continuaron en la Edad Media, aseguran que el rico judío José de Arimatea se preocupó de preservar la cruz, los
clavos, la corona de espinas y el sudario (sábana santa). Por medio de las claves que dejó José, Helena, la madre del primer emperador cristiano, Constantino, pudo redescubrir estas reliquias.

Pero, según las mismas tradiciones, José había empezado su colección antes de la muerte de Cristo: después de la última cena, guardó la copa en la que Jesús había consagrado el pan y el vino. Después de la Resurrección, José conservó la copa junto con la lanza citada en el Evangelio: fueron llamados, respectivamente, el Santo Grial y la Santa Lanza.

Longinos el soldado que atravesó con su lanza el costado de Jesús para asegurarse de que había muerto, no es mencionado por su nombre en el Evangelio de San Juan, pero sí en el Evangelio de Nicodemo (considerado apócrifo por la Iglesia). En dicho evangelio se menciona el nombre del soldado como un centurión llamado Longinos, además de los ladrones Gestas y Dimas crucificados junto a Jesús.

La lanza era desconocida hasta que San Antonio de Piacenza (570 d.c.), describiendo los lugares santos de Jerusalén, nos dice que él había visto en la Basílica del monte de Sion «la corona de espinas con la cual coronaron a nuestro Señor y la Lanza con la cual lo perforaron en el costado».

Una mención de la lanza también se hace en el Breviario la Iglesia del Santo Sepulcro.
La presencia en Jerusalén de esta importante reliquia es atestiguada por Casiodoro (485–585).

Cuando Austria se anexó a Alemania, Adolfo Hitler tomó la lanza, la cual fue devuelta a Austria por el General Norteamericano Patton al terminar la Segunda Guerra Mundial y fue guardada temporalmente en el Museo Kunsthistorisches y devuelta al Schatzkammer.A principios de este siglo existían por lo menos cuatro «Santas Lanzas» en Europa.
Quizá la más conocida fuera la que se conservaba en el Vaticano.

¿Qué atractivo podía ofrecer la Santa Lanza, un símbolo cristiano, para el ex católico y violentamente anticristiano Adolf Hitler? Ya se había entregado a violentos desvaríos antisemitas, era un devoto discípulo del Anticristo de Nietzsche y sostenía su condena del cristianismo como «la última consecuencia del judaísmo».

Parte de la respuesta se encuentra en una tradición ocultista medieval vinculada con la historia de la Santa Lanza.

Dice Juan en su evangelio, que el soldado romano que hirió el cuerpo de Cristo cumplió, sin saberlo, las profecías del Antiguo Testamento (los huesos de Cristo no serían rotos).
Si no hubiese hecho lo que hizo, el destino de la humanidad habría sido diferente.

Según Mateo y Marcos, la verdadera naturaleza de Cristo fue revelada en ese momento al soldado, que se llamaba Cayo Casio Longinos: «Viendo el centurión que estaba frente a Él de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era hijo de Dios». (San Marcos, 15:39).

Después de los intensos bombardeos aliados de octubre de 1944, durante los cuales Nüremberg sufrió enormes daños, Hitler ordenó que la lanza, junto con el resto del tesoro de los Habsburgo, fuera enterrada en una bóveda construida especialmente.
Seis meses después, el Séptimo Ejército norteamericano había rodeado la antigua ciudad, defendida por 22.000 SS, 100 panzers y 22 regimientos de artillería. Durante cuatro días, la veterana división Thunderbird martilleó a estas formidables defensas hasta que el 20 de abril de 1945 -el día en que Hitler cumplía 56 años- la bandera americana victoriosa fue izada sobre las ruinas.
Durante los días siguientes, mientras las tropas norteamericanas localizaban a los supervivientes nazis y comenzaba el largo proceso de los interrogatorios, la Compañía C del Tercer regimiento del Gobierno Militar, al mando del teniente William Horn, era enviada en busca del tesoro de los Habsburgo.
Por casualidad, un proyectil había facilitado su tarea, volando una pared de ladrillo y dejando a la vista la entrada de la bóveda. Después de algunas dificultades con las puertas de acero de la misma, el teniente Horn entró en la cámara subterránea y echó una ojeada a la polvorienta oscuridad.
Allí, sobre un lecho de descolorido terciopelo rojo, estaba la fabulosa lanza de Longinos.
El teniente Horn extendió la mano y tomó posesión de la lanza en nombre del gobierno de los Estados Unidos.

Era el 30 de abril de 1945, está registrada en los textos de la historia.



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